Cio Silen


 En homenaje a Aarti


paseaba por todas partes, esquinas y rincones desde su nacimiento, el cual, como todos, no recordaba.
Sus padres: ruido y sonido. Y sus hermanos: música y melodía, lo veían como un ser extraño y no lograron disuadirlo de asemejarse a ellos. Él no sonaba, no brillaba ni oscurecía, parecía hasta inexistente, no se le veía ni para lo malo. Y sin expresión no se le podía dar nombre. 
Un día él, el no denominado, decidió irse a ser llevado por los vientos a donde este quisiera y se detuvo un día en un árbol en el medio del campo donde llegó también a reposar bajo sus ramas un hombre, al cuál se acercó hasta tocarlo, el hombre ante esto suspiró aliviado y dijo casi susurrando  “al fin, Silencio”. Y desde entonces tiene nombre, desde entonces conoce su propio valor.

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